
El amor a la tierra que nos acoge, nos alimenta y nos cuida se aprende desde la infancia, por eso es imprescindible que los niños y niñas participen y aprendan el camino hacia la sostenibilidad. La educación es el motor de cambio hacia una sociedad más justa, solidaria y sostenible. Pero un huerto cumple más funciones que las de tener entretenidos a las niñas y niños plantando verduras y hortalizas en los colegios. El huerto escolar permite entrar en contacto con la Naturaleza todos los días, es un laboratorio perfecto donde poner en práctica toda la teoría que se da en el aula y trabajar aspectos transversales como la equidad de género, el compañerismo, la paciencia, el consumo, etc. En el huerto podemos trabajar las matemáticas (cálculo de áreas, gráficos, geometría), lenguaje (refranes, vocabulario), idiomas (vocabulario, redacción) o plástica (carteles, maquetas, disfraces) lo cual reforzará de forma práctica los contenidos abstractos y teóricos.
El huerto escolar brinda los elementos y las experiencias directas con el medio ambiente necesarias para lograr los objetivos de la Educación Ambiental establecidos desde el año 1977 en el Tratado de Tbilisi:
1. Desarrollar conciencia a través de un aprendizaje real y en acción. Ser sensibles a los problemas ambientales
2. Promover a cualquier persona las oportunidades de adquirir valores, actitudes de compromiso, destrezas y conocimiento necesarias para proteger y cuidar la Naturaleza
3. Crear nuevos patrones de comportamiento en los individuos, de grupos y de la sociedad hacia un cambio hacia la sostenibilidad.
Nos ofrece además un espacio de aprendizaje y encuentro que podemos relacionar con muchos aspectos sociales, económicos y culturales de nuestra sociedad. Como argumenta Richard Louv (2008), “cuando los niños tienen una experiencia directa con la naturaleza se crea una relación y un vinculo que ocasiona un cambio positivo de sus actitudes y comportamientos responsables con la vida que perdurará hasta la edad adulta”.
El huerto escolar orgánico basado en los principios y éticas de la Permacultura, asociando los cultivos de plantas comestibles y aromáticas, empleando abonos y tratamientos naturales conseguimos el máximo rendimiento utilizando el mínimo esfuerzo. Se puede hablar de jardines comestibles más que de huerto ya que la implantación de plantas y flores ornamentales serán las perfectas socias para otras plantas e incluso insectos beneficiosos y aves que nos ayudaran a mantener la salud de este ecosistema urbano.
Un ejemplo de este proceso es el colegio Claudio Sánchez Albornoz de Almansa donde hemos instalado recientemente un huerto urbano para completar su oferta educativa. Esperamos que un futuro cercano este tipo de actividades integradoras estén presentes en todos los centros educativos para el bien de las personas y de nuestra casa común, la Tierra.
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