Reforestación en el antiguo vertedero de Almansa

A esta altura de la vida ya nadie se cuestiona la importancia de los árboles por todos los beneficios que nos aportan, desde la generación de oxigeno pasando por la fijación de nutrientes y la producción de agua a través de la lluvia. Hace muchos años cayó en mis manos un libro, que aunque pequeño en extensión pues escasamente no llega a las 80 páginas, me caló hondo por su lectura sencilla y su gran mensaje. El libro se llama “El hombre que plantaba árboles” del escritor francés  Jean Giono. En él se describe como un pastor, Eleazar Bouffier, se dedica durante décadas a sembrar árboles en un paraje desolado y como poco a poco va transformando el paisaje hasta convertirlo en un Jardín del Edén. Una historia realmente conmovedora que nos hace reflexionar sobre como nuestras actuaciones nos  hacen responsables de acontecimientos futuros que afectan a nuestra familia, nuestra sociedad y a nosotros mismos. Durante mis estancias en los países que he vivido en los últimos años me he encontrado con sembradores de árboles anónimos que emplean su tiempo y su energía en este tipo de actuaciones silenciosas y conscientes, algunas veces motivadas por la cosmovisión indígena y de conexión con la Tierra, otras veces por un compromiso ecologista o simplemente por reforestar áreas de recarga hídrica de la microcuenca que abastece de agua potable a su comunidad.. Me han maravillado sus sensibilidades y sus visiones pero sobre todo su silencio. Refosrestación Pues bien, el pasado domingo por la mañana se realizó una reforestación en el antiguo vertedero de Almansa por voluntarios que se unieron a la llamada de la Red Integral. Gentes de todas las edades entre ellas familias con sus pequeños que aprenden a conectarse a la Tierra y a devolverle su generosidad a este suelo que nos da cobijo y alimento. Se plantaron pino carrasco (pinus halepensis), coscoja (Quercus coccifera) y sabina (Juniperus thurifera) que de forma altruista uno de los participantes se encarga de sembrar y recoger para luego aportarlo a la comunidad. Los pilones se ubicaron en los espacios dejados por las plantas que no sobrevivieron la anterior reforestación, colocándoles un protector para evitar que los conejos los molesten de tan pequeños. Me siguen asombrando estos sembradores anónimos  que sin ningún interés particular o el llamado de alguna institución regalan una mañana de domingo al planeta.
 

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